ESTACIÓ DE BOIRA; La indiferència

 

LA INDIFERÈNCIA


LA VIDA YA NO ESTABA

Esa mañana, tenía la extraña sensación... que no pasaba nada; miré por la ventana y ni siquiera las hojas tempranas de los plataneros en primavera se movían. - ¿qué está pasando? me pregunté.   

 - bueno, relájate, haz tus ejercicios de yoga y verás que bien.

Eso me ayudó bastante, pero nada... a los cinco minutos ya estaba igual.

  MEC, MEC, MEC, la alerta de catástrofes del móvil se activó, no sabía qué hacer, sonaba sin parar y la palabra alerta parpadeaba todo el rato en la pantalla.

  Encendí la tele (el teléfono dejó de sonar) allí no daban ninguna noticia destacada, entonces el algoritmo me llevó a una serie que me interesaba mucho...

  Me pegué una maratón de seis horas olvidándome del mundo y sus cosas. Cuando desperté, la vida ya no estaba.

Aloisius

 

LA IN-DIFERENCIA

Me llaman a veces "diferente", por lo que el prefijo "in" sugiere que soy igual a los demás.

Pero, etimológicamente, el significado es otro.

Me gustaría no ser diferente y sí indiferente.

Indiferente a la agresión, a la injusticia, al mal, al insulto, a las críticas gratuitas, a las opiniones que no valen nada (¿acaso alguna, si no eres experto, vale algo?), a las malas películas, a la falta de argumentos, a la desazón, a la depresión, a los prejuicios, a la sinrazón, al apabullamiento, a los juicios de valor, a los tiburones blancos de más de 9 metros, a los miedos, a la añoranza, al recuerdo, a la muerte en vida o la muerte en muerte.

Pero no lo soy. Soy vulnerable a todo lo que me rodea. Y no soy tan seguro como mis amigos/as, que son inmunes a las malas personas. Y hasta dejan creer que "ganan" porque saben se ponen en evidencia ellos solitos.

Soy muy vulnerable a mis recuerdos bellos de mi padre e hija. No soy indiferente a aquellos momentos que forman parte de mi alegría, ya olvidada. No sé lo que es ser indiferente. Me gustaría. Me encantaría que cada golpe resbalase ante mí, que cada insulto me atraviese, que cada injusticia o juicio de valor no lo fueran y contar con el voto popular.

Ser indiferente supone no considerarse agredido. Pero las valoraciones surgen en mi mente, los golpes son regulares en el tiempo. Y cada vez tengo más miedo. El miedo lo inunda todo. La indiferencia es un mecanismo de supervivencia e hipocresía, pero funciona.

Con miedo no puedo vivir. Con estigmas y prejuicios tampoco. Los golpes directos al estómago me asfixian.

Todo es miedo y ruido. ¿Qué querría? El in-miedo. Pero soy diferente a mis amigos/as, recordad. Ellos lo saben y me cuidan, aunque no nos veamos mucho.

Al menos alguien intenta alejarme de mis temores. A mi papi le gustaban los westerns porque los malos no solían ganar. Y aprendió, al final de su vida, que no es así.

La vida no es un western, un coche sí puede tener más de 100 caballos, pero no lo es, un bar no es un salón y los valores éticos y morales no sirven más que para recibir un disparo y que te olviden en el cementerio de los sin nombre.

Ojalá estuviesen a mí lado mis seres queridos.

Con ellos no tenía ningún miedo (bueno, a los tiburones de 9 metros sí).

Y luchaba por ellos. Ahora soy in-diferente a mí mismo.

Busco la armonía y ella me rehúye.

Busco los besos que no di y ellos me olvidaron.

Me olvidé a mí mismo. Porque aún tengo conciencia y vergüenza. Porque sigo viendo a mí papi disfrutar de "Rio Bravo" conmigo. Allí donde la amistad y el compañerismo reinaban.

Y ante eso, no soy in-diferente.

Juanmi, "aquél que voló sobre el nido del cuco"

 

LLAMADITAS

Esto de los mensajes de WhatsApp es todo un dilema, ya que puedes enviar un mensaje y que te lo dejen en visto o ni siquiera esto. Que ni siquiera lo lean, con total indiferencia. Antes no pasaba o no pasaba así, ya que, si llamaban a casa de alguien al fijo, seguro que se ponía:

-¡Dani que te llama el Norber!- o eras tú el que lo dejaba en visto. Llamabas y si se ponía la chica que querías (eso en mi caso) pues colgabas y ahí eras tú el que lo dejaba en visto. El truco de llamar y colgar lo había hecho yo varias veces.

Aunque alguna vez me pillaron.

-fuiste tú el que me llamaste ayer y colgaste- y yo rojo cómo un tomate 🍅 no sabía que decir.

Y ya sabéis compañer@s... el que calla otorga.

Norber

 

LA ERA INDIFERENTE

Le era indiferente lo que hacían los de al lado. Solo le importaba tomar su dosis de metadona y dejar de pensar. Así, cada día. Los fines de semana cuando venían a verlo, ya no demostraba el afecto que antes sentía estando en la calle. Se había vuelto de hielo. Sus dosis, sus tareas diarias y dormir. Ya estaba hecho. Ya no valía la pena luchar. Su madre decía: “si mi José tuviera un hijo cambiaría”. Eso también le resultó indiferente. Sus hermanas habían tenido los hijos a los catorce y quince años y se los estaban criando los abuelos. Aún le quedaban tres años de condena. Su chica estaba harta de todo y, un día, cogió la maleta y se fue a un centro evangelista. Allá le esperaría o tal vez conocería a otro mejor y se quedaría embarazada. Eso sí, con el consentimiento de Jesús, claro. Así fue como poco a poco iba pasando el tiempo, hasta que un día, después de tres largos años, el innombrable se informó rápidamente de su nueva vida. ¿Por qué la seguía torturando? A él sí que le era indiferente todo y se plantó allí a la hora del Culto. Pero no la vio. Apoyándose en la pared, con la pierna también puesta en ella, preguntó por su nombre y uno de los muchachos le escuchó. Al ex lo echaron de allí y ella se enteró de esa manera de que andaba buscándola. Habló con su actual marido y decidieron preguntar a sus hermanos del Culto. No bastaba con echarlo 1 día, ni 2, ni 3. No. Debían hablar con la trabajadora social para que les buscara un nuevo alojamiento mientras se ocupaban de conseguir una orden de alejamiento para el pibe. Mientras tanto un pequeño milagro sucedió: ¡Estaba embarazada! Se pusieron tan contentos que por un momento se olvidaron de su situación. Más tarde, un oscuro día de otoño, se enteraron de la muerte del susodicho. Había peleado con unos skin heads y éstos le habían propinado patadas y golpes con una barra de hierro. Era de madrugada y TODO ya le seguiría siendo indiferente.

Eva

 

LA INDIFERENCIA

La indiferencia, ¡qué triste!, solo escucharla ya me dan ganas de llorar. Vive conmigo cada día, es un estado de insensibilidad, de poder afectivo, de finalidad emocional y una situación de desapego, sí, vivo así siempre con y problemas sociales. Pero a la vez somos inestables. Tenemos que saber buscar nuestro espacio. Pero hay algo bueno de la independencia: - ¡El opuesto del amo no es el odio, sino la independencia!

Ingrid

 

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