ESTACIÓ DE BOIRA; Vampirs

 

VAMPIROS



Hice lo que "medió" la gana (encuentros carnales)

Era una mosca la que me despistó, ¿qué estaba yo haciendo? Me convertí de repente, en un hada, hiper-típica. Con su vestido rosa, la varita con su estrella en la punta toda de purpurina plateada, muy mágica. Pero entonces me volví a transformar, esta vez en Shrek (el ogro verde del pantano) y la vida fue pasando... Y las circunstancias de este insólito momento vital las olvidé... Hasta el día de ayer en el que recordé que todo esto tan extraño no me había pasado. ¿Pero, entonces, ¿por qué lo recordaba? ¡Si sabía que no era un sueño! Me esforcé, me esforcé, y al final lo averigüé... todo esto le había ocurrido a mi vecino, el Dimas, del 4° 3° recuerdo que fui a su casa para tener un encuentro carnal con él y sucedió todo aquello. Espero que no fuese una reacción alérgica. Después se mudó a Torrelodones, yo seguí con mi vida. Hoy he salido a tomar una copa conmigo mismo, y he conocido a un vampiro.

Aloisius

 

VAMPIROS

Fuimos vampiros por un día. Era carnaval. Teníamos toda la indumentaria puesta y solo teníamos que encajar nuestros colmillos postizos. Entre los dos nos habíamos maquillado y llevábamos "of corse" los agujeros de vampiro en el cuello ensangrentado. Íbamos a la fiesta de Vicki. Allá encontramos a más vampiros y vampiresas que nos recibieron con un brebaje de color rojo y a la vez nos enseñaron sus colmillos. Sonaba la música de Rammstein. Todos veníamos con hambre, pero allí éramos todos gente paliducha y sin resquicios de arterias femorales, ni de ningún otro tipo. Nos mirábamos con desconfianza. De repente sonó el timbre de la puerta. Vicki fue a abrir: ¡Cual no sería nuestra sorpresa cuando de pronto le vimos!, ¡Era él!, ¡Ozzy Osborne y su banda! Sin pensárnoslo dos veces nos tiramos a su cuello mi amigo, mi amiga, tú y yo. No dejamos de beber y beber más sangre. Ozzy yacía tirado en el suelo, ya no luchaba por vivir. Se fue transformando en uno de los nuestros él y los de su banda. Ahora serían góticos para siempre. ¡Y qué buena estaba la sangre de la gente joven de su banda! Ellos seguían luchando contra los vampis. Toda la casa olía a sangre. Algunos vampiros estaban enfermos de verdad y comenzaron un ritual en el que unos a otros se inyectaban morfina para sentirse mejor. En la nevera había bolsas con plasma para ocasiones especiales en las que se quedaban sin ningún cuello que chupar. ¿Cuándo iba a acabar esta orgía sanguinaria? Algunos vampiros bailaban ya con la energía que les había dado la savia roja. Du, du hast, du hast mich! Du, du hast, du hast mich! Du, du hast, du hast mich! Du, du hast, du hast mich! Du du hast, du hast mich! Du hast mich gefragt ,du hast mich gefragt, du hast mich gefragt, du hast mich gefragt und ich hab'nichts gesagt! ¡Rammstein intercalado con Ozzy! Estaba empezando a amanecer... ¡Peligro! Uno tras otro empezaron la huida y se convirtieron en murciélagos. Volaron y volaron lejos, muy lejos, hacia el cementerio más próximo donde profanaron las tumbas y hallaron su lugar de descanso. A Vicki se le había deshecho el vestido de Mortizia y los ojos se le habían puesto negros. Nos hicimos un té y sorbo a sorbo volvimos a nuestros cuerpos de niñatos de instituto. Después de aquél festín nos dijimos: ¡Me las piro, vampiro! ¡Y se hizo de día...!

Eva

 

VAMPIROS DE CIUDAD

     Esto es una invitación para los vampiros energéticos que suelo atraer (¡Y son muchos!)

Después de darle varias vueltas, os invito a marchar de mi vida, a que dejéis de pedirme cigarros, dinero, que os pague un café o incluso unas bravas (?) por tener un capricho.

      Sí, yo también veo reflejado en vosotros a mi niño interior herido. Si, de pequeño hubiera compartido mi merienda con vosotros las veces que hubiera hecho falta.

      Pero eso ya pasó. Definitivamente, ya pasó. Confieso que cada vez que tengo contacto con vosotros acabo casi sin energía, agotado y decaído. Y esa energía la necesito para mí y mi gente.

      Por ir acabando, ¡Cuidado! En los momentos que me he sentido agotado, puede ser, puede ocurrir que entonces sea yo quien necesite la luz de otra persona. Porque en ese momento me habré convertido en uno de vosotros, aunque sea temporalmente. Y así es como se extiende la pandemia de vampiros energéticos.

                                                                                                                                                          Parrado


NOSFI

Hacía ya 5 años que no bajaba al trastero, justo desde que mis amigos me ayudaron a guardar allí los cientos de muñecos que tenía mi hija. De hecho, ya no encontraba las llaves del mismo.
Como quiera que hacía mucho tiempo que no veían la luz del sol y nadie hablaba con ellos, encontré las dichosas llaves y bajé a la planta baja.
5 años sin verles! Eso sí, todos envueltos en fundas para que no se estropearan. Seguro que me preguntarían por Olivia y bajé conmigo una foto suya más o menos actual.

Abierta la puerta que daba a cada trastero, observé la mía había sido un poco forzada, si te fijabas bien veías estaba un pelín entreabierta. Extrañado, la abrí del todo sin utilizar la cerradura.
Un alarido sordo sonó antes de que pudiera encender la luz. Mezcla de gato callejero y lobo aullando. Me asusté mucho e, instintivamente, le di al interruptor que silenciaba las tinieblas. Al fondo pude entrever una figura casi humana que se ocultó bajo una de las mantas. Susurraba maldiciones, o eso creía entender yo.

Los muñecos parecían tranquilos, así que me armé de valor para preguntar "¿Quién está ahí?", mientras sacaba el móvil del bolsillo trasero por si tenía que llamar a emergencias o a teleasistencia por si me daba un sofoco a mí, que ando pachucho de salud.

"¿Quién está ahí?", repetí elevando el tono. Como respuesta, salió de la manta un hombre muy raro, encorvado, con orejas puntiagudas, calvo, dedos larguísimos con uñas no muy cuidadas y aspecto de tener unos 400 años, más o menos. No me produjo excesivo pavor porque me miraba con verdadero terror mientras se apretaba contra la pared, intentando taparse la cara y hablando en un lenguaje extraño y muy gutural, como de ultratumba.

Pensé que podía ser un okupa de trastero, porque pinta de ladrón no tenía, y parecía familiarizado con el entorno y los muñecos seguían intactos. También me pareció vulcaniano, por lo de las orejas. Le hice gestos intentando tranquilizarle y saqué definitivamente el móvil. Como el sujeto no dejaba de susurrar en un idioma extraño, le hice por señas que siguiera hablando, vamos, un gesto para que se enrollara y abrí la app del translator. Como tiene la opción de reconocer el idioma hablado, me acerqué un poco a él y le puse el móvil casi delante de su cara, que por cierto mostró un gesto de contrariedad y extrañeza ante el fulgor del aparato.

Iba mirando y, después de unos minutos, en la pantalla me salió traducción rumano - castellano. Seguro era un migrante sin papeles. Alternando castellano y rumano, le pregunté quién era y qué hacía aquí. Después de unos intentos infructuosos, la app escribió era el Conde Von Vorlock y era un vampiro muy mayor, algo así como nacido en los extertores de no sé qué imperio otomano. Qué raro, pensé, ¿ese imperio no era turco? Luego recordé lo importante... ¿Un vampiro en mi trastero? Desde luego sexy no era, más bien un poco andrajoso.

El translator le preguntó en su idioma cómo había entrado aquí y desde cuándo. Después de repetir varias veces unas palabras que parecían acababan todas en "or", pude leer que se encontró la puerta del bloque abierta, persiguiendo un gato callejero de noche, empezó a amanecer, se transformó en bruma para atravesar la primera puerta que daba acceso al trastero y, al azar, y ayudado por sus uñas en forma de ganzúa, forzó una puerta y se metió dentro esperando la noche. No sabía decirme si hace semanas, meses o años.

Pensé dos cosas: ¿Un gato entrando en la escalera?  y ¿Cómo coño iba a saber si se hacía de noche si parecía no llevaba reloj y móvil desde luego no llevaba? Me entró más curiosidad que miedo.
Le dije, con aspavientos, que me siguiera y me aseguré ningún vecino nos viera subir las escaleras hasta mi piso, porque pensé le asustaría el ascensor. Era muy sigiloso, porque tuve que girarme para ver si me seguía. Y antes me aseguré de cerrar bien la puerta de mi trastero. No cometáis, como yo, el error de bajar cada cinco años.

Entramos en el piso y le mostré el sofá para que se sentara. Sacó un puñado de arena, que luego me dijo era de su tierra natal, y la esparció por el cómodo sofá para luego tomar asiento. Qué guarrada, pensé. Menos mal que estaba puesta la funda.

Me senté en una silla delante suyo y nos quedamos mirándonos un buen rato. Yo le escudriñaba y él hacía gestos extraños con esas manos huesudas. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Llamar a los mossos? ¿A mis amigos para que vinieran a verlo y me aconsejaran? Era tan delgado que parecía mal alimentado.

Con la imprescindible ayuda del translator y mucha paciencia, me dijo algo así como que salía de noche e intentaba cazar ratas o gatos para alimentarse de su sangre, y que era muy viejo como para asaltar a un individuo.
No sabía si avisar a la comunidad, llevarle a urgencias o hacerme una foto con él para ver si salía en ella. Le puse un vaso de sangría y, con cara de asco, al menos se lo bebió. Movía los ojos lentamente para ver mi comedor. Claro, no esperaba visitas y lo tenía un poco desordenado. Que conste que la sangría se la serví en una copa bonita, por aquello que pertenecía a la nobleza.
Se me ocurrió una idea: podía utilizarle para hacer justicia. Que chupase la sangre de esos incívicos ciclistas y patinetes que iban a toda velocidad por las aceras. No sé. ¿Podría alcanzarles transformándose en murciélago? ¿Le atropellarían sin piedad? Y el caso es que de noche circulan menos.

También podría utilizarle para vengarme de gente mala, que haberlos haylos. No diré que teníamos química, pero ya no éramos unos desconocidos. Seguro que seguiría mis indicaciones. Siempre por su bien, claro.

Demasiadas ideas. Demasiadas opciones. Le dije que me iba a dormir y que intentara hacer lo mismo. Pero ya era de noche y el hombre estaría en vela. Le puse el DVD del "Nosferatu" mudo de Murnau para que se entretuviera. Abrió mucho los ojos ante las primeras imágenes, asombrado.

Yo me fui a la cama, me tomé una pastilla de quetiapina y me tapé muy bien el cuello con la sábana por si acaso. Pensé en pedir hora con Montse Romero para explicarle la situación. A lo mejor podían darle la tarjeta de discapacidad o una ayuda económica, no sé. Ya lo pensaría por la mañana, cuando a él le tocara dormir.


No sé oía un alma. ¿Tiene alma un vampiro? Su sombra era muy alargada, eso sí. Si se levantaba, la veía desde mi lecho. Enseguida bostecé y, antes de dormirme definitivamente, pensé le podía llamar cariñosamente "Nosfi". Me gustaba la idea y sonreí antes de sumergirme en el sueño.

A lo mejor me despertaba de repente y todo eran imaginaciones mías. Buff, qué complicado todo. Pero en el Arep me recomiendan entablar relaciones con gente nueva. Así que me sentí satisfecho conmigo mismo.

Mi último pensamiento antes de entrar en las manos de Morfeo, fue recordar que tenía que hablar con Montse. Ah, y hacerme la foto con él, no sea se transformase en niebla y desapareciese de mi vida sin conseguir un amigo nuevo. Pintoresco, sí, con problemas para comunicarnos. Pero he sido compañero de gente más extraña e impredecible.

Juanmi. Aquél que voló sobre el nido del cuco

 

VAMPIROS

13 años, recién estrenada la adolescencia y con muchas ganas de leer, si de leer, tanto que leía hasta la etiqueta del champú cuando me duchaba (esto es cierto). Pues como leía tanto cada vez que cogía un libro nuevo lo único que me importaba era el número de páginas que leía. Me leía un libro que tenía 300, pues el siguiente tenía que tener como mínimo 350. Y en una de estas que cogí " entrevista con el vampiro " de Anne Rice, un libro del que se ha hecho la película, por cierto.  Y recuerdo que con ese libro batía el récord de páginas.  Unas 360 más o menos, y me sentí súper satisfecho.

Widny

 

VAMPIROS

Un buen día conocí a un chico de belleza vampirica, le gustaba la carne cruda y tenía una gran fuerza de atracción.

Mientras salía con él, tenía sueños de Transilvania. Un lugar lúgubre, en una mansión habitada por un conde solitario, de noches oscuras y la luna de nubes de neblina de colores a su alrededor.

Era una noche misteriosa, de muchísima niebla, que no dejaba ver el horizonte.

De pronto me vi cenando - no sé por qué, ni como, que no puedo recordar - con aquel extraño conde. No mediaba palabra. Miraba fijamente. No apartaba de mi, ni un solo instante, su penetrante mirada atrayente.

En un reloj antiguo vi que se hicieron las doce. Y solo fue capaz de decirme, sin saber por qué, ya son las doce.

En aquel momento, me desperté, había sido un sueño. Me acordé de mi amigo , era curioso, pero era igual que él y no sabía si contárselo.

En su próximo encuentro, sin decirle yo nada, curiosamente me relató el mismo sueño que yo había tenido. Diciéndome "te quiero" desapareció y no supe más de él. Paso tiempo, y muchas veces lo recordaba, y me preguntaba, respuestas de incógnita, que se esfumaban en mi cerebro.

Y con el tiempo, sin saber su por qué, casualmente me enteré que había fallecido. Me pareció una gran historia, demasiado corta, de amor. Entre congojosa, volvía a soñar con él, después del sorpresivo suceso, y solo recordé lo más importante. "No llores por mí, te ayudaré más en el cielo de lo que en toda mi vida hubiera podido en la tierra". 

Y como el límite del bien y del mal, comprendí, mira, hasta los vampiros aman, y aunque, lo pinten tan desconcertante, tienen cuando se enamoran un gran corazón. Por qué aquel conde era él, estoy segura. Era la regresión, quizás, sin duda misteriosa, de otra vida. Y me quedé con el maravilloso recuerdo de haber sido una princesa en el reposo del guerrero. 

Crilami 

 

 

 

 

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