El nido del cuco 03-02-2023


 


MI AMIGA MALA SUERTE

A mi compañero y compinche Álex

 

A Enrique Urquijo, cantante y compositor de Los Secretos, le dolía la vida.

Recuerdo perfectamente cómo me enteré de su fallecimiento, muy joven aún, en 1999. Me lo susurró mi gran compañero y amigo casi siempre JM en mi antigua empresa, conocedor de la gran admiración que le profesaba. Quise irme a Madrid inmediatamente para asistir a su funeral, pero me persuadio de lo descabellado de la idea. Dónde pensaba ir? Al entierro multitudinario de Camarón, donde sí estuve?. Seguramente su familia prefería intimidad.

Meses después, con mi querida compañera y amiga Yolanda, fui a "despedirme" de él en la gira homenaje que hizo su eterno grupo, donde fans cantaban sus canciones. Un repertorio de lo más "cantable" en el pop español, músicas tristes y lánguidas, letras sensibles y poéticas. Cuando Enrique hablaba de penas, todos sabíamos que eran sus penas. Que las había vivido. Que las había sufrido.

"Hoy no quiero discutir,
Siempre mis defectos, siempre sobre mí.
Ya no me reproches más que me estoy perdiendo,
Que no aguantas más" (Hoy no)

En una entrevista le preguntaron porqué todas sus composiciones hablaban de tristezas, de abandonos, de rupturas, de soledad. Muy lúcido, contestó que sólo escribía cuando estaba deprimido. Que cuando se sentía bien, prefería compartirlo con sus seres queridos. Lo malo es que eran muchos más los malos momentos.

Todo su entorno le cuidaba y protegía. Sus dos hermanos, integrantes de la banda, sus amigos, sus admiradores. Pero no se le podía aislar de su malancolia y sensibilidad.

"Después del tiempo que he perdido
En aventuras sin sentido
Me siento solo y a la vez perdido
Solo porque me has sonreído, y pido
Volver a ser un niño, volver a ser un niño" (Volver a ser un niño)

Murió de una sobredosis en un portal de Malasaña. Por unas casualidades, se encontró con dinero en el bolsillo (nunca lo llevaba) y sólo. Y, dicen, recayó de nuevo en sus adicciones.

Una vez, durante la mili, allá por San Fernando, el cabo Emilio y un servidor, nos saltamos una noche en el cuartel (nos cubrieron nuestros compañeros y no pudimos regresar hasta la mañana del día siguiente) para verle actuar, como telonero de Luz Casal. Como teníamos que pasar la noche en pubs nocturnos haciendo tiempo, nos lo encontramos en un local, horas después del bolo. Estaba acompañado de su hermano Álvaro. No teníamos móvil, así que no tuvimos la tentación de hacernos una foto a su lado. Y no se nos ocurrió hablar con él, de lo absorto que nos pareció allí, tomando una copa en la barra.
Para nuestra sorpresa, una chica se le acercó y comenzaron a charlar. Se fueron juntos. Nos alegramos por él, pensando ingenuamente que quizá pasara una gran noche. Al cabo de unos minutos, vimos regresar a la chica, sola. Como éramos muy inocentes y conocedores de su leyenda, supusimos su mala suerte le acompañaba. Claro, el background funcionaba como prejuicio añadido. Con el tiempo, pensé que a lo mejor esos minutos y esa charla fueron muy agradables. Yo me llevé la hoja con el repertorio de canciones a tocar pegada en el suelo del escenario. Aún la conservo.

"Quise bajar del marco, buscar mi sitio en otro barco,
Pero estaba atrapado, como sobre su piel tatuado.
Me quedé como un cuadro a su pared pegado
Que nada tiene que hacer salvo seguir colgado, colgado" (Colgado)

Cuando Enrique formó un grupo nuevo para girar entre las pausas de discos de Los Secretos, le bautizó con el adecuado "Enrique Urquijo y los problemas". Allí versionaban rancheras, folk-country y demás temas que admiraba. Fue un grupo fugaz y exquisito.

Su muerte fue, cuentan, como un suicidio. Sufría. Era tímido e introvertido, cariñoso y receloso de los medios. Sus dos únicas canciones "positivas" se las dedicó a su hija María, "Agárrate a mí, María" y "Pero a tu lado". Cuando, yendo en coche, le ponía alguna de sus canciones a mi hija, ella siempre decía, claro, "qué triste es este hombre". Y yo le decía que escribía sobre si mismo, que era sincero. Si hubiera sabido su fin, le hubiera escrito una carta, dirigida a su compañía, contándole lo mucho que me había acompañado y reconfortado durante mi vida. Aún ingenuo, como si pudiera haber cambiado algo.

"Ya no persigo sueños rotos
Los he cosido con el hilo de tus ojos
Y te he cantado al son de acordes, aún no inventados.
Ayúdame y te habré ayudado
Que hoy he soñado en otra vida
En otro mundo, pero a tu lado" (Pero a tu lado)

Cuando Sabina y él comenzaron a escribir una canción y tuvieron que aplazarla por problemas de agenda, quedaron en que cada uno la acabaría a su manera. Y las dos canciones que resultaron, reflejan muy bien sus personalidades. Sabina, canalla, se acostaba con la chica en la celeberrima "Y nos dieron las diez". Enrique, abandonado, se quedaba sin ella en "Ojos de gata" ("pero cómo explicar que me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario").

Aún hoy sigo escuchandole, sobretodo cuando recibo malas noticias, cuando el presente se torna aciago, cuando "mi amiga mala suerte" regresa a mi vera. Así, tengo que aceptar los cambios de planes que la vida te presenta. Esos cambios que no esperas y no has podido esquivar. No todos somos tan hábiles de sortearlos.

"Y a veces sin querer, cuando todo está en calma
La sombra del dolor asoma su cara.
Y volveré a sentir la oscuridad, a beber la soledad.
Hoy tengo que dejar su castillo en el aire,
Pisar el suelo, aceptar un cambio de planes" (Cambio de planes, cantando en una tienda de campaña, en buena y lejana compañía) 




Comentaris

  1. Dejaban d poner los secretos cuando las luces se apagan en el bulevard d los sueños rotos, allá x la calle del olvido

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    1. Y, quizá, bailas te Y no amanece cuando Querías beber hasta perder el control

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