MI AMIGA MALA SUERTE
A Enrique Urquijo, cantante y compositor de Los Secretos, le dolía la vida.
Recuerdo perfectamente cómo me enteré de su fallecimiento, muy joven aún, en
1999. Me lo susurró mi gran compañero y amigo casi siempre JM en mi antigua
empresa, conocedor de la gran admiración que le profesaba. Quise irme a Madrid
inmediatamente para asistir a su funeral, pero me persuadio de lo descabellado
de la idea. Dónde pensaba ir? Al entierro multitudinario de Camarón, donde sí
estuve?. Seguramente su familia prefería intimidad.
Meses después, con mi querida compañera y amiga Yolanda, fui a
"despedirme" de él en la gira homenaje que hizo su eterno grupo,
donde fans cantaban sus canciones. Un repertorio de lo más "cantable"
en el pop español, músicas tristes y lánguidas, letras sensibles y poéticas.
Cuando Enrique hablaba de penas, todos sabíamos que eran sus penas. Que las
había vivido. Que las había sufrido.
En una entrevista le preguntaron porqué todas sus composiciones hablaban de
tristezas, de abandonos, de rupturas, de soledad. Muy lúcido, contestó que sólo
escribía cuando estaba deprimido. Que cuando se sentía bien, prefería
compartirlo con sus seres queridos. Lo malo es que eran muchos más los malos
momentos.
Todo su entorno le cuidaba y protegía. Sus dos hermanos, integrantes de la
banda, sus amigos, sus admiradores. Pero no se le podía aislar de su malancolia
y sensibilidad.
Murió de una sobredosis en un portal de Malasaña. Por unas casualidades, se
encontró con dinero en el bolsillo (nunca lo llevaba) y sólo. Y, dicen, recayó
de nuevo en sus adicciones.
Cuando Enrique formó un grupo nuevo para girar entre las pausas de discos de
Los Secretos, le bautizó con el adecuado "Enrique Urquijo y los
problemas". Allí versionaban rancheras, folk-country y demás temas que
admiraba. Fue un grupo fugaz y exquisito.
Su muerte fue, cuentan, como un suicidio. Sufría. Era tímido e introvertido,
cariñoso y receloso de los medios. Sus dos únicas canciones
"positivas" se las dedicó a su hija María, "Agárrate a mí, María"
y "Pero a tu lado". Cuando, yendo en coche, le ponía alguna de sus
canciones a mi hija, ella siempre decía, claro, "qué triste es este
hombre". Y yo le decía que escribía sobre si mismo, que era sincero. Si
hubiera sabido su fin, le hubiera escrito una carta, dirigida a su compañía,
contándole lo mucho que me había acompañado y reconfortado durante mi vida. Aún
ingenuo, como si pudiera haber cambiado algo.
Cuando Sabina y él comenzaron a escribir una canción y tuvieron que
aplazarla por problemas de agenda, quedaron en que cada uno la acabaría a su
manera. Y las dos canciones que resultaron, reflejan muy bien sus
personalidades. Sabina, canalla, se acostaba con la chica en la celeberrima
"Y nos dieron las diez". Enrique, abandonado, se quedaba sin ella en
"Ojos de gata" ("pero cómo explicar que me vuelvo vulgar al
bajarme de cada escenario").
Aún hoy sigo escuchandole, sobretodo cuando recibo malas noticias, cuando el
presente se torna aciago, cuando "mi amiga mala suerte" regresa a mi
vera. Así, tengo que aceptar los cambios de planes que la vida te presenta.
Esos cambios que no esperas y no has podido esquivar. No todos somos tan
hábiles de sortearlos.
Dejaban d poner los secretos cuando las luces se apagan en el bulevard d los sueños rotos, allá x la calle del olvido
ResponEliminaY, quizá, bailas te Y no amanece cuando Querías beber hasta perder el control
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