EL NIDO DEL CUCO




BASADO EN HECHOS REALES

ATRACCIÓN

Suena "Todo a cien" de Fito y Fitipaldis.

Es poco lo que tengo
El oro de mi tiempo,
La flor de mis neuronas
Y por supuesto la luna

No puedo apartar la vista de su labio superior, que no puede esconder su sonrisa cuando habla.

Me quedo mirando fijamente su cuerpo, que me resulta bello, irresistible. No me pasó cuando la conocí, ocurrió cuando comprobé que su carácter era dulce, cariñoso, empatico. Desde entonces pasó a ser hermosa, deslumbrante. Me reconozco en ella. Y tengo que detenerme en cualquier parte de su anatomía. Ella mira cómo la observo. Igual se pregunta porqué estoy en trance, escuchando sus palabras acariciar mis oídos. Cerraría los ojos para mi deleite si no fuera porque me perdería esos pocos momentos en que puedo verla.

Me concentro en sus labios y los imagino recorriendo mi cuello. Verbalizan versos suaves sólo para mí. Sus dientes, que aparecen de cuando en cuando (ese labio superior, sensual y práctico, que sube y baja el telón) me resultan armoniosos, precisos, personales.

Su nariz resulta única, diferenciada, un tanto curva. Divide su cara en perfecta simetría. De perfil asemeja una joven Cleopatra. De frente sólo se parece a ella misma. Existe sólo para ser admirada. Me pregunto porqué no es desnudada por todas las miradas. Si fuera así lo entendería, pero también es más morboso imaginar hacerlo sólo con la mía, miope pero aún útil.

Su pelo recogido. Su cabello suelto. Sus rizos la constante. Enredarse en ellos un sueño. Trepar por ellos a una almena prohibida. Perderme por sus sendas un alivio.

Veo las partes desnudas de su cuerpo que nos regala. Sus hombros, entradas a la ruta buscada. Reprimo mis dedos, que buscan sin Google maps, su piel acariciarla. Su leve escote es insinuoso, es una promesa, un rezo. Sus tirantes una especie de sujetador a la fuerza, raíces de lo oculto, de la desvergüenza.

Son sus brazos tan largos dos apéndices que ansían abrazarme, anhelan entrecruzar sus dedos finos los míos chicos. Es el tacto el más útil de los sentidos. El necesario para el deseo.

Brazos que me inmovilizan, sueño olerlos hasta que me correspondan. Si no la acaricio, olas me abandonan.

Hoy lleva falda larga, velos grandes que me ocultan su vientre y cintura. Me gusta verla en tejanos que asfixien sus curvas, no puedo evitarlo. Pero no sólo con ellos. Me gusta verla con cualquier prenda, con cualquier vestido que sólo enseñen sus finos tobillos.

Me gusta verla. Me pierdo en sus grandes ojos, en sus cejas gemelas. Me ahogo en su memoria, donde sueño ocupar un rincón de sus neuronas, allí donde se le promete la luna.

Le prometeria la luna por un beso, por una caricia, por unos segundos de sus recuerdos.

Es un deseo imposible. Pero es el más bonito de los deseos.




EL DÍA EN QUE MURIÓ GEORGE PÉREZ

El día en que murió George Pérez, uno de los más grandes dibujantes de comic book americano, el hombre que dibujaba decenas de personajes en una splash page, me pasé la noche contando cuántos héroes y villanos se encontraban en el gran cuadro que embellece mi dormitorio. Es un gran homenaje a su cómic "Crisis en tierras infinitas" (mundos mueren, otros sobreviven). Conté y reconte 621. Cada uno con sus facciones reconocibles, con sus poses usuales. Una obra de arte.

Yo tuve la suerte de llegar a conocerle. Cuando prometió que todos los asistentes al Salón de Gijon tendrían un dibujo suyo. Y cumplió su promesa con toda cordialidad. Acabó yéndose a su hotel a las cuatro de la noche. Lo sé porque yo fui el último al que obsequió con un dibujo. Le dije que ya no había tiempo para que me dibujara un grupo. Que me dibujara un villano, el que quisiera. Y desde entonces, en un book, reposa un Ultron de cuerpo entero. Y le acompañé en esa fresca noche. Como dos amantes furtivos escondidos en la noche, mientras él dibujaba estrellas y cuerpos celestes.




EL DÍA EN QUE MURIÓ NEAL ADAMS

El día en que murió Neal Adams, quizá el dibujante más influyente del cómic book estadounidense (con Jack Kirby, claro) había releído por enésima vez la saga de  Ra's al Ghul, gran enemigo de Batman, personaje creado por él mismo.

Su dominio de la anatomía, sus composiciones de página imposibles, sus escorzos y  héroes retorciendose, sus diseños rompedores de portadas... La aportación de Adams al cómic es inmensa, desde los años 70 cuando debutó.

Además, fue un gran activista en favor de los dibujantes, para que recuperasen originales, tuvieran derechos sobre sus creaciones, para que cobraran una pensión digna... Adams evitó, entre otras muchas cosas, que Siegel y Schuster, creadores de Superman y su entorno, murieran en la indigencia.

No tengo ningún dibujo del bueno de Neal. Pero forma parte de mi vida. Cuando en España aún no se acreditaban los autores en la editorial Vértice, sabía que esos extraordinarios dibujos de los Xmen pertenecían a un mismo genio. Sólo me faltaba saber su nombre.

Con la muerte, en una misma semana, de estos dos titanes, aún nos quedan unos pocos colosos: Barry Smith, Jim Starlin, Jim Steranko, Romita Sr. y Sal Buscema. Ellos dibujaron mis sueños de niño y adulto. Les estoy muy agradecido.

EL MOMENTAZO DE LA SEMANA

Acaba un rodaje y dos decenas de personas aplauden y sonríen. Bizcocho, café y mucho aire acondicionado nos reconfortan. Es lo que tiene contar con dos grandes productoras, detallistas y constantes. 

Comentaris

  1. Y aún kda Bill sienkiewicz (al inicio imitaba a Neal Adams)...los 1os nos d caballero luna,también de vertice

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    1. Pues es verdad, Koto!!!! Pero creo que el bueno de Sienki es más joven que los citados. A Bill lo encuadraria con los Simonson, Bryne, Miller...

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