El nido del cuco 08-04-2022

 


 

EL GRAN HERMANO TE VIGILA

 

La educación está de baja. Out. Casi acabada. No cotiza en bolsa.
Ahora se estila la prepotencia, la chulería, la agresividad recubierta de “sinceridad”, el mal genio disfrazado de “carácter”.

Yo confieso: fui seguidor de “Gran Hermano” desde su primera edición. No me fascinaba el programa en sí, sino (como estudiante de la comunicación) la reacción de la audiencia ante él. Desgranar como, temporada tras temporada, nuestras exigencias morales iban disminuyendo, nuestros baremos de convivencia iban distorsionándose. Y no hablo de manipulaciones, sutiles o no, desde la productora que realiza el programa, no. Esas siempre han existido.

Nada mejor que un breve repaso de las primeras ediciones realizadas hasta ahora para corroborar mi teoría:

1ª EDICIÓN

Año 2000!. La edición de los pactos y los topos: el share hasta un 76%. Lo nunca visto. Para el recuerdo, la cara de Iván e Ismael cuando se veían en portadas de revistas. Irrepetible. Se premiaba la convivencia, se “castigaba” todavía conductas que cinco años después se nos antojan cotidianas (Marina, por ejemplo, casada y enamorándose de otro). Se estigmatizaba a un concursante por ¡un corte de mangas! (Vanesa, la “mala” de la edición). La conducta de los concursantes fuera del programa, en su vida cotidiana, influía en la decisión del público (ahí es donde empieza la ristra de amigos y parientes paseándose por los platós: la demanda de información, de saberlo todo sobre los conejillos). La conducta infantil e inocente (Iñigo) es vista con simpatía. Algo ya nos anuncia la rápida degeneración: un universitario, Koldo, está totalmente fuera de sítio. Iván, un bregado asturiano, es el estratega: tener unos años más significa manejar mejor las situaciones. Se premia la simpatía y el buen rollo: Ismael (que se condenará más tarde en otro reality) gana ante el topo de la propia productora, Ania. Silvia e Israel son los héroes: su amor es sincero y real. 

Y nace un mito: Jorge Berrocal, él solito me engancha para siempre al reality. Pero todavía reímos con él, no de él ("quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza" exclama abrazado a la foto de una compañera recién expulsada por la "audiencia". 

Otros programas execrables y totalmente guionizados en busca de insultos y malas formas, como "Crónicas Marcianas", se convertirán en refugio / trituradora de los expulsados.


 2ª EDICIÓN

Es la que mejor representa esa lenta transición moral. A Zeppelín le cuesta Dios y ayuda repetir el éxito: es también la que mejor refleja lo que es la auténtica convivencia. Interminables partidas de parchís, conversaciones sobre naderías y el héroe rural, Fran, que se pasa durmiendo 90 días seguidos (eso sí, despierto nos obsequia con los únicos momentos para recordar). Gana la persona (Sabrina) que mejor sabe reflejar los valores hasta ahora considerados estimables: el sacrificio, la humildad, el esfuerzo, el compañerismo. Carlos es expulsado por ser muy políticamente incorrecto. Angel es condenado por –así lo apreciábamos entonces- menospreciar a la ganadora (algo parecido a lo que le pasa a Alonso con Mari: el machismo nada sutil es castigado sin demagogias). A Eva le hace flaco favor su padre, ejemplo de intolerancia, fuera de la casa de Guadalix. Pero algo empieza a cambiar: aparece el “profesionalismo” (Marta) que enturbiará todo. Se decide que hay que buscar el espectáculo antes que el aburrimiento.

Quizá ahí radica la clave: estamos a apunto de comprobar cómo la audiencia reacciona ante conductas que distaban mucho de ser consideradas normales para una convivencia. Se prepara el terreno para considerar el enfrentamiento, el menosprecio y el insulto como “normal”, “sincero” y “real como la vida”.

Y ahí está mi pregunta: ¿hasta dónde llega la influencia de programas como éste en nuestra vida cotidiana y hasta dónde la propia vida condiciona a estos programas? ¿Menospreciamos al programa y adláteres o es él quien nos menosprecia?


 3ª EDICIÓN 

En la tercera edición, definitivamente, Gran Hermano vendió su alma al diablo por un poquito más de share. Como la vida cotidiana se había convertido en un muermo, y los momentos divertidos y festivos no eran suficientemente apreciados por la audiencia (ah, me temo que valoramos más un culebrón que el toque Lubitsch), Zeppelín apostó por las broncas y el casting agresivo. El definitivo salto al vacío. Llegó el momento de la falta de educación recubierta de “sinceridad” (en todo caso, de gritar “nuestra” verdad para que el otro no diga la suya). Todos los concursantes ya están o detrás de los premios o detrás de la efímera popularidad. Y para destacar, para que se fijen en ellos, nada mejor que armar una buena bronca.

Lo malo es que funciona. Que gusta.

Es la primera edición en que buscan ya la polarización, los dos grupos rápidamente confrontados. Los expertos de marketing saben que esto es como aficionarte a un club de fútbol: si consiguen una cierta identificación o simpatía con uno de los concursantes, ya han triunfado. Justificarás sus actitudes, como un buen “amigo”. Te pondrás de su lado, seguirás sus desventuras creyendo que es parecido a ti (cuando posiblemente sólo interpreta otro rol más), incluso es posible que acabes votando por teléfono y ayudando a ingresar las arcas de la cadena. De hecho, mirando toda la parrilla comprobamos que la principal misión del programa es proporcionar “carne fresca”, nutrir de banales comentarios todos los programas que, en realidad, no tienen tema alguno que tratar. Pero todavía la gran mentira se intenta ocultar. Ya no se juega la carta del “experimento de convivencia”. Pero todavía ese mensaje no ha desparecido del inconsciente colectivo.

Quizá la más ilustrativa metáfora de lo que se pretende sea la elección del presentador: Pepe Navarro, el rey de la carnaza, y sus entrevistas ofensivas con el “débil” es el mejor ejemplo de lo que la cadena espera de sus ratoncitos (sólo recordar que su favorito era Kiko Hernández, ejemplo posterior de coherencia-basura).

Hay pautas que se repiten: la primera expulsada-futura polemista mediática (Noemí), otro intento de héroe rural (Jacinto, condenado por no ser dócil con la dirección del programa: ejemplo claro de cómo unas buenas imágenes bien montadas y repetidas hasta la saciedad logran crear una imagen negativa del concursante), el buen chico destinado a ganar (Oscar, que tuvo que abandonar, dejará su puesto a Javito, el menos malo de los que quedarán)… Pero las nuevas cartas se enseñan pronto: dos “fieras con carácter” (en realidad, mal genio, poca educación, mucho vocerío y bastante incapacidad para la convivencia) proporcionan momentos realmente violentos (Raquel y Patricia, claro). Resulta curioso que los peores ejemplos que proponga sean féminas, pero ahí radica la otra apuesta de la cadena: que sean chicas las que rápidamente sean percibidas como elementos disonantes en la convivencia no se debe a un ramalazo machista, no. Se debe a que son más políticamente correctas: se tolera mejor a una mujer gritando y amenazando que a un hombre (que sería rápidamente y masivamente defenestrado y expulsado). El ejemplo Carlos todavía está cercano.

Se intenta jugar también la carta sexual, que explotará en la siguiente edición. Pero la homosexualidad de Raquel y Elba no es explícita a pesar de los esfuerzos de dirección por "sacarlas del armario". Y el stripper Ness no deja de ser un elemento decorativo debido a su poca predisposición a dejarse llevar por escarceos amorosos (Matías será su sucesor más exitoso): demasiado claro tenía que el negocio estaba fuera de la casa. Ahí es donde les colarán más goles a la producción: tener concursantes que están pensando más en salir que convivir / jugar nos recordará constantemente que, en realidad, los engañados somos nosotros.

Pero lo más ilustrativo me lo dejo para el final: Jorge intenta crear un rol absolutamente falso (y se demostrará que no se puede fingir sin la complacencia de Ontiveros durante 100 días) y Kiko representa…. Bueno, representa la figura del trepa sacado directamente de “Machtpoint” (los intentos de Onti para que su parejita con Patricia llegara a la final son de manual de manipulación comunicativa, paseo en coche por Madrid incluido). Todo vale.

Pero los seguidores-defensores del concurso (que los hay), los que creen en las reglas del mismo, pronto se ven descolocados: las mismas normas son constantemente cambiadas sobre la marcha. El infierno está aquí.

Y viendo el programa (y los familiares de los concursantes) algo queda clarito y diáfano: el infierno somos nosotros. 


 

4ª EDICIÓN

La cuarta edición de GH fue la apuesta de la productora por el amor... ¿o debería decir sexo?. Probada la sangre humana, Zeppelín seguía dispuesta a proporcionarnos emociones fuertes. Atrezzo: un jacuzzi y múltiples fiestas regadas con abundante alcohol. Protagonistas: jóvenes salidos en busca de bellos cuerpos que, en plena Navidad, se nos muestran semidesnudos casi todos los días a causa de la excesiva calefacción y los propios focos.

Se da el primer conato de dignidad-espantada de uno de los ratones, María, una joven casada que, intuimos, era la futura tentación de Rafa, un seminarista con demasiadas ganas de abandonar la fe. Aquí los guionistas fallan. Sí, claro que hay guionistas. Y psicólogos que guían a los concursantes en sus fobias y pasiones. No sólo existe la manipulación de las cámaras. Existe también una manipulación dentro de la casa, cada vez más parecida a una sitcom con esforzados guionistas.

Aquí el prototipo de hombre rural-moderno, Pedro, gana por fin, propiciado sobre todo por la imagen de “víctima” de mal amoroso (por cierto, si alguien quiere ponerle algún día rostro a la avaricia, no tiene más que fotografiar la cara de Pedrito antes de ganar el gran premio). Como la avidez de fama y dinero fácil no es sólo intrínseca a los jóvenes españoles, GH se abre a la inmigración. Así, la dulce Desirée y Matías, la fiera del jacuzzi (y claro “topo” de la organización y catalizador de acontecimientos) forman esa cuota que cada año aumentará, como signo de los tiempos, claro.

Los concursantes masculinos (Nacho, Mario, el soso Rafa…) quedan de nuevo eclipsados y ninguneados por las féminas, licencia para matar incluida (Anna, Judith, sobre todo Inma -“éste es para mí”-). Siguen llegando a la final aquellos concursantes que son percibidos como débiles, resistentes al acoso, sufridores en silencio. Así, los que “destacan” y se hacen notar rápidamente, son los primeros eliminados. No creo que sea por castigar a los “líderes”, no. Más bien creo que destacar en un programa donde los concursantes no son conocidos precisamente por sobresalir en ningún oficio o actividad, consiste casi siempre en gritar, coaccionar o conspirar a las espaldas. Al menos, todavía eso es visto como negativo.

Tele 5 se equivoca al apostar convertir al programa en estandarte navideño. Los ratones no son estrellas, sí guapos, pero son totalmente anodinos. El programa pierde definitivamente toda excusa de “Experimento sociológico” y se convierte en símbolo de toda una sociedad que rechaza el esfuerzo y la inteligencia, que es consciente de las injusticias de todo un sistema que condena al débil y sin medios.
La televisión, por si había alguna duda, es tal y como nos predijo Orwell. Y los sacrificados a los leones son gente como nosotros, españolitos de a pie. Ya no buscaremos el glamour de Garbos o Brandos. Ahora prima la rápida identificación, el pensar que “yo podría estar ahí”.


 

EL FIN

Desarrollar futuras ediciones ya es caer en la indigencia moral, con respeto a todos sus fieles espectadores. Es narrar cómo se viola a una concursante, Carlota, con cámaras grabando el acto y cómo la dirección no hace nada al respecto, si acaso, enseñarle las imágenes a la víctima y rogarle guarde silencio. Carlota Prado, hoy con múltiples secuelas psicológicas y en espera de un juicio, estaba dormida cuando fue víctima de ese atroz acto, dormida a causa de la habitual ingente cantidad de alcohol que la productora había introducido para fiestas donde no abundaba la comida (que siempre dependía de la superación de algunas "pruebas").

El boicot a los anunciantes promovido por algunas personas en redes sociales, incluido Pepe Herrero, el concursante que más me ha hecho disfrutar de una edición, la séptima, provocó el fin de la marca "gran hermano", ante el silencio de los responsables. Bueno, el fin no, se sacaron de la manga otro reality con el mismo formato pero rebautizado como "Secret Story", con malos resultados de audiencia. 


Además, anteriormente, ya la cadena apostaba por "Gh Vip". Los concursantes anónimos, que luego se integraban como colaboradores en "Salvames" y similares ya no daban tanto juego, así que se apostó por la entrada en la casa de "celebrities", que en la mayoría de los casos se trataba de... exconcursantes!!!!!.

En esa fagocitación de contenidos, la cadena contaba con sujetos salidos de GH que se prestaban a cualquier montaje y dispuestos a despellejarse entre sí por unos miles de euros. Así se libraban de denuncias externas y todo quedaba en casa. Ver ya sus realitys era una cuestión de tragaderas y no indignarse por la manipulación clara y directa. 

Y ya está. Me hubiera gustado hablar de cómo disfruté de aquella séptima edición, donde, por un momento, pareció que el individuo se imponía al nefasto guión de bajos instintos. O eso me pareció a mí. Pero eso es ya otra historia... 

Comentaris

  1. Pepe Herrero (ahora en Radio Marca, gran merengue)y...sobretodo Coto Matamoros ( q inicio relación con Carlota Prado) fueron los q destaparon el tema d la violación....no solo dijeron q se callara..lo peor es q no keria ver las imágenes, y le "obligaron" a q las viera.........yo me kde hasta la 8a.....si, t ha faltado la 7a (el mayor % d votos ganadores en cualkier edición mundial d gh)...grandes momentos

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