El nido del cuco 11-03-2022

 

 

UNA SILLA

Mi padre, ya saben, tiene tres grandes pasiones: su nieta, el cine clásico hollywoodense y su Real Madrid. Hoy, en horas bajas, aún recuerda la alineación del Madrid ye-ye del 66 (Bentancort, Calpe, De Felipe, Sanchis..) y sigue preguntando por los resultados del equipo de su corazón. De éste presente recuerda perfectamente a Florentino, lo más parecido para él a un Dios hecho carne, a Benzema y, a poco que le des pistas, a Modric, Kroos, Casemiro y Marcelo. A él, que trabajó cerca del Bernabeu en la época de Di Stéfano, Rial, Puskas, Kopa y Gento y que llevaba vino a la casa de Miguel Muñoz, no le quedó más remedio que hacerse merengon.

Supongo que cuando decidió, sin ningún familiar que le acompañase, venir a Barcelona en el 60 (vio Espartaco ese mismo año) ese Madrid le recordaba la feliz etapa de su vida en que trabajaba con su padre, mi abuelo Mauricio, en su pueblo natal, o cuando después trabajó en un bar con sus hermanos (y vivía aún su hermana). Y eso que fue una época de sacrificio y trabajo como yo no he llegado a conocer.

Él fue el culpable, claro, de que mi hermano y yo también fuésemos "vikingos" (qué bonito, de nuevo Kirk Douglas). Cuando éramos pequeños, nos contaba las aventuras y desventuras (32 años sin una Copa de Europa, la razón de ser de su Madrid) de Santillana, Camacho o Stielike. Yo hubiera preferido nos hablase de Shakespeare o Neal Adams, pero esos héroes (muy) terrenales ya nos iban bien.

Entonces, recuerdo, no existía el antimadridismo galopante que existe hoy en día, en medios y aficionados. A mediados de los 80 se intensificó el "relato" de los nacionalismos periféricos contra el Real, supongo que asociado al centralismo y a una idea de España (por sus triunfos y falta de complejos al exhibir una bandera) que les resultaba incómoda a sus intereses. El triunfo de esa postverdad es evidente, da igual datos, hechos o contrastes, el fútbol es terreno abonado para fanatismos, sinrazones y emociones por delante de todo. Vamos, como la política en estos momentos de sobreinformacion e identidades férreas. De hecho, el fútbol, en este país, siempre ha sido politizado y utilizado para fines partidistas.

Y hoy (recordemos: es un país cainista) meterse con el Madrid tiene patente de corso. Total, siempre ha robado, siempre ha sido el equipo del régimen, es abusivo, con malas artes e intenciones, refugio de ultras y derechonas antidemocraticas. Caray. En este momento, temo que los acerrimos culés que lean estas líneas pensarán que esa es la realidad, que de qué va este humilde cronista para insinuar lo contrario. Y no pretendo cuestionarles, qué va, eso sería una campaña fútil.

Me ceñire, de entre muchos, en un dato: cuando al Madrid se le pita cualquier penalti a un favor, "así gana el Madrid" (qué gran cántico que puede ser utilizado en uno y otro bando), cuando es al Barcelona o Atlético, "es que favorecen a los grandes". Siempre. Porqué explico esto? Porque creo es necesario para entender que, casi siempre a contracorriente, uno se hiciera más y más madridista. Pero, a diferencia de mi padre, ese amor a unos colores está más influido por factores y corrientes externas (vivo en territorio "enemigo", fíjense en los términos bélicos utilizados tan alegremente) y es más interesado. No es un amor puro como el que le profesa mi progenitor.

Además, no sé porqué cruel maldición o profecía de tres brujas, la mayoría de hombres de mi extensa familia somos madridistas y la mayoría de mujeres antimadridistas (de nuevo fíjense en los términos: merengues y anti, no culés o colchoneros).

En fin, que hoy una de las pequeñas alegrías que le podemos dar a mi padre es explicarle victorias de su Madrid. Como dijo Valdano, el fútbol es la más importante de las cosas menos importantes de la vida. Claro, yo tengo otras pasiones que me llenan más que los triunfos de un club de fútbol. El cómic, rock, cine, poesía, teatro... Mi alegría si a Alan Moore le dieran el Nobel sería muchísimo mayor que las sonrisas que me provocaron las últimas 4 copas de Europa del Madrid (y ver a mi padre feliz, con su nieta, por haberlas visto juntos).

 


La gloria y las hazañas de su Madrid (a mi también, ay, me gusta más el basket que el fútbol, que encuentro un poco aburrido) es un motivo de satisfacción modesta y sencilla para mí papi. El hombre que seguía las retransmisiones de su equipo del alma a través de Real Madrid Televisión, que sólo podía enfocar al banquillo, a Zidane, hombre bello y elegante. 90 minutos (minutis según Juanito) hablando sobre lo bien que le sentaban sus trajes. Esto, que era imposible de disfrutar por mí, definía la pasión pura de mi padre.

Y así, cuando este miércoles el Madrid remontó en 16 minutos de trance a ese PSG rebosante de dinero (y que fue mejor que su rival en términos globales) lo primero que pensé fue "verás cómo se alegra mi padre", con ansias de contárselo cuanto antes. Desde que no sigo la cadena madridista con mi padre, una superstición me impide tener ninguna información a través de webs mientras dure el partido, sólo me permito ver el resultado cuando calculo ha llegado a su final. Fíjense cómo es el mundo del fútbol, tan miserable, violento e inmoral en tantas ocasiones como capaz de congregar a fieles creyentes en un extasis religioso (y sin nuevas generaciones de feligreses, intuyo, como los comiqueros).

Con todos los runrunes de mi poderosa y somatizadora mente, me preguntaba esa noche, mientras leía sobre ese partido (nunca pagaría por verlos) ¿cómo voy a poder dormir con esta excitacion?. En fin, que es una droga, un antidepresivo en ocasiones, muy poderosa.

Ojalá tuviese la entereza y ese ansia de ganar eterna del equipo de mi padre.

Todo, todo, se reduce a mi papi: tres goles de su jugador favorito (ése que regatea a tres defensas en un palmo de terreno) le hará feliz por unos instantes. Relatarle cómo Lukita Modric, a sus casi 37 años, emprende una carrera de 30 metros dejando atrás a jugadores más jóvenes para acabar filtrando una asistencia de ensueño le hará prolongar esa alegría. Pero necesitaba una imagen que condensara todos esos momentos épicos, dado que ve con dificultad los vídeos a través del móvil.

Y, permitidme conjeturar, cuando en la celebración del segundo gol David Alaba cogía la cabeza de Modric como hacen los jugadores de rugby americano con esos aparatosos cascos, me imagino le decía "buahhhhh, sólo hemos empatadooooo la eliminatoria, cómo celebro el siguiente gooollll??????" y Modric le contestaba "coje una sillaaaaaa!!!!!".

Y, cuando a los 105 segundos el Madrid marcaba de nuevo, mientras los fotógrafos intentaban inmortalizar a Karim, al fondo se podía ver cómo Alaba elevó una silla plegable como si fuera un trofeo 🏆 para celebrar con la afición ese momentazo. Una silla, la del jefe de seguridad del estadio. Una simple silla que llamaba la atención del público más que la visión triunfante del trigoleador. Y, cuando vi esas fotos, supe que, por lo inusual y sencillo del acto, mi padre atesoraria mejor ese instante. Un recuerdo más para ese Madrid, que, a falta de su nieta y ver westerns, le sigue dando alegrías.

Luego, su Madrid perderá o volverá a ganar. Pero le sigue proporcionando momentos felices. Gracias Real. Gracias papá por hacernos merengones. 

Comentaris

  1. Los antimadrid tienen muchísima más madriditis q los dl Madrid barcelonitis......al final es x envidia y complejos d inferioridad.Hay clubs enormes, pero d todos ellos(x historia,palmarés,seguidores,x lo k simboliza en un país,actitud,orgullo,carisma...)el Madrid es el + grand. Winston Churchill dijo k lo k envidiaba d España eran sus playas mediterráneas y el Real Madrid.Y el Leeds d los 60 (el mejor d la Premier en esa época) se cambió el color d su camiseta x el blanco para semejarse al Madrid..........y tu padre aún despistado, ve atentos los vídeos d los últimos partidos dl Madrid..y disfrutara viendo sta última y nueva remontada..salu2 a tod@s

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  2. Hola Koto!
    La rivalidad deportiva es sana. Las mentiras repetidas y el relato adaptado es un arma propagandística infame.
    Particularmente, créanme o no, a mí sólo me importa qué hace el club por el que simpatiza. Los resultados ajenos es algo secundario. Yo he celebrado ligas del Barcelona en las Ramblas (hola, Amparin!) por el placer de la diversión.

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