LA AUSENCIA Y EL DESEO
El martes noche, una vez extinguido el toque de queda (lástima, me encantaba sentirme The Omega Man), quedé con un viejo amigo friki en un restaurante / bar situado en la esquina de la calle donde vivo.
LOS BIKINIS AUSENTES
Como quiera que llegué antes, me senté en su terraza y pedí un café con leche. Enseguida vino el camarero, viejo conocido, y me preguntó por mi hija, fiel consumidora de sus bikinis. No me esperaba la pregunta, hacía dos años y medio que no entraba allí. Creía que todos los comercios de la zona ya me habían interrogado sobre ella, sorprendidos de su larga ausencia.
He aprendido a echar balones fuera y decir que en ese momento estaba con su madre. Te evitas explicar tragedias y tormentos, impides los prejuicios y que posiblemente no crean lo que digas. Es una situación incomodisima, para mi interlocutor y para mí. Por eso acabas mintiendo. Aunque la mentira no se puede sostener en el tiempo. Eso le pasa a mi padre con sus vecinos. La ausencia de mi hija, de su nieta, puede ser camuflada unos meses, pero empieza a ser insostenible cuando el tiempo, inexorable, se alarga. Qué acabas diciendo si te siguen preguntando por ella? La verdad? Como bramaba Jack Nicholson, hay gente que no está preparada para la verdad. Caray, ni yo lo estoy a veces.
Y es que me engaño pensando que esta situación es reversible. Por ejemplo, cuando le digo a ese amable camarero que mi hija añora sus biquinis. Que estoy seguro los echa de menos. Como los comerciantes la echan de menos a ella. Se hacía querer y yo le otorgaba el protagonismo que ella anhelaba.
Y es que si existen víctimas de este embrollo, son las personas que más quiero, mi hija y su abuelo. Ahora, que se acerca otra fecha relevante, estoy muy preocupado por los dos. Mi mayor deseo es que vuelvan a encontrarse y necesitarse. Que mi padre pueda contar a sus vecinos lo grande que está su nieta y lo muy inteligente que es. Y que no tenga que mentir. No me gustan las mentiras, aunque a veces te protejan.
Y es que vivimos tiempos de juicios mediáticos, de linchamientos públicos arropados por políticos / as irresponsables. Tiempos en que no existe la presunción de inocencia en algunos ámbitos. Sí, sé que la situación es muy complicada, que se ha de proteger a todos los colectivos vulnerables e indefensos. Pero es que yo me siento parte de ellos. No puedo evitarlo. Sólo la preocupación por esas personas que amo hace que no piense en mí como víctima. Porque sé que lo menos importante ahora son mis sentimientos y el peso de la ausencia, un peso que aún me aplasta cuando me preguntan, con toda la buena intención, por lo más importante de mi vida.
Por eso evito los sitios y lugares donde me he sentido más feliz. Aquella escuela de dibujo, aquél pueblo, aquél cine... Sin ella, mis deseos y necesidades son menos. Sigo buscándome a ver si me encuentro. Escribo este blog con la esperanza de que un día ella lo lea, y soy constante en ello. Sigo leyendo (releyendo) tebeos que me evaden y entusiasman. Sigo analizando westerns con mi padre. Me siguen fascinando los trucos de Nolan y sigo escuchando rock en ese batmovil rojito que hoy está más vacío, con todos esos CDs de "Soy luna", "Next Step" o canciones de moda que siguen esperando quien les escuche.
Y sigo anhelando situaciones y personas, no crean. Mi mayor deseo ya lo he descrito. Si tienes deseos por cumplir sigues vivo ("la carrera continúa", que le dice Mesala con su último aliento a Juda Ben-Hur). Si pierdes el deseo, qué queda?.
LOS BESOS DESEADOS
Conozco una chica, una amiga, a la que sigo deseando como la primera vez que la vi. ¿Se puede ser amigo de alguien a quien deseas? Qué sé yo!!. Como sé que se puede querer a dos personas a la vez y no estar loco, supongo que sí.
Es mi ideal de mujer. Pelirroja, pelo largo y ondulado, gafas, gran sonrisa, un cuerpo espectacular con las más bonitas piernas que veré jamás (Cyd Charisse no vale, sólo cuentan las que ves in person). Y una risa estruendosa, contagiosa. Ríe de verdad, con ganas.
Y una tarde de adolescencia, me obsequió con los mejores besos que me han dado nunca. Uno de los mejores regalos que me han otorgado las musas, las ninfas, las benévolas. Yo puse todo mi empeño, sí, pero creo fui devorado por ella. Un muy dulce bocado. Nunca he podido olvidar esos besos apasionados, estruendosos. Dicen que ese tipo de besos ayudan a cuidar los dientes. Ella, pues, era (es) la mejor pasta dentífrica.
Y sigo hablando con ella. A veces incluso nos vemos. Sigue hermosa. Sigue riéndose. Se sabe guapa y se luce (si no se sabe guapa o no se lo repiten mucho, espero un día me lea y no tenga ninguna duda de ello). Y la sigo deseando como el primer día en que nos vimos. Como aquél día en que le escribí churros de versos acompañados de un ramo, mientras me esforzaba en atraer su atención jugando a tenis, involucrando así a viejos camaradas. Echo de menos escribir versos. He echado de menos sus besos. Pero sigue presente en mi vida y nunca el deseo ha menguado.
Así, entre todos mis aún vivos deseos, éste es uno de los más inocentes y perdurables (e imposibles al mismo tiempo). Sigo en la carrera porque continuo deseando. Y, aunque el deseo no cubre del todo la ausencia, sí la camufla un poco.
EL REENCUENTRO
Espero que algún día el deseo y la ausencia se encuentren y se solapen. Y quede el reencuentro y pueda buscar, así, nuevos anhelos.
Para evitar dar explicaciones, la excusa dl confinamiento pues servir. No se tendría que mezclar disputas entre los padres y q lo pagarán 3as personas, como los abuelos...la razón tiene q prevalecer...y sigue escribiendo poesía!!
ResponEliminaAquí, querido Koto, sólo hay víctimas y ningún vencedor. Por eso mezclo ausencia con deseo, dolor y besos.
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