MI MEJOR SESIÓN DE CINE
Yo creo en el cine.
Mi padre me enseñó a amarlo. Sobre todo el ritual de ir a una sala, de compartir la experiencia con más feligreses, de guardar silencio y respeto en la oscuridad, de no levantarse hasta que acabe la música y los títulos de crédito (ahora, en 13tv, no sólo cortan los títulos finales, sino los del principio, herejía!!!!). Los actores, las estrellas, eran los santos a adorar en ese ritual. Y es que, cuando era pequeño, ya os conté que mi padre nos llevaba, a mí y a mi primo, a ver numerosas pelis del cine clásico de Hollywood, entonces reestrenado en salas.
Mi hermano, por ejemplo, vivió más la explosión del video como cine doméstico. Era un nuevo tipo de cinéfilo.
Entonces veía dos veces seguidas los films en salas. Por disfrute y luego costumbre.
Recuerdo muchas sesiones inolvidables. Hacer una cola inmensa para ver "Spartacus" en el Regio Visitarama Palace. Ver "2001" en el Tivoli teniendo al lado a mi padre durmiendo durante casi cinco horas seguidas sin interrupción (como la vimos dos veces...). Jugarme a cara o cruz con mi primo si íbamos a ver "West Side Story" o "Viaje alucinante" (al final vimos las dos, claro). Ver con mi hermano "El fantasma del Paraíso" en una sala Malda en obras y llena de escombros. Disfrutar con mis amigos íntimos varias veces y seguir riendo como la primera vez "Toma el dinero y corre". Visionar al aire libre, con la madre de mi hija, "El último hombre vivo" con los comentarios jugosísimos de dos ancianas que comentaban la pasión de Heston. Mirar por el rabillo del ojo a mi camarada friki Pablo tapándose los ojos ante la introducción de "La amenaza fantasma", temiéndose lo peor. Chupar los dedos y hacer manitas con aquella dulce rubia en nuestra primera cita mientras nos perdíamos "Algunos hombres buenos". Contemplar a mi padre emocionado al ver nuevas escenas de su "Spartacus" en el reducto que es hoy en día el Phenomena. Llorar en una sala vacía de los cines Diagonal Mar mientras veía la lucha entre superhéroes en un Aeropuerto en "Civil War" y pensar que, por primera vez, era la adaptación mejor que los cómics originales. Salir con mi gran amor del Coliseum hablando en verso tras ver "Mucho ruido y pocas nueces". O refugiarnos mi hermano y yo en el Virrey para ver "El crack 2", con el noble propósito de esquivar lo más posible un enfado descomunal de mi madre (eras tan pequeño para ver esa película, Alberto!!!)...
... Recuerdo tener a mi hija en mis brazos, en los cines Maragall, mientras ella señalaba el cartel de "Toy Story 3", su primer film en salas.
Pero ninguna de esas sesiones fue la más memorable para mí. Esa sesión la viví en mi amado Festival de Sitges, cuando aún era (mentalmente) un adolescente. Era el año preolimpico.
SAM REIMI ESTÁ EN UN PALCO
Fue en el Cinema Prado, en pleno pueblo decorado para la ocasión. Junto a unos compañeros y mi propio hermano, testigo de excepción. Viajando en tren de ida y vuelta (en el tren especial del Festival, que salía a la una de la noche). Fuimos a ver la tercera parte de la saga (adorada si cabe más por my brother) "Posesión infernal", la titulada "El ejército de la oscuridad" (Army of Darkness) de nuestro admirado Sam Reimi, mucho antes de que rodase su trilogía sobre Spiderman.
Rodada en clave (y como homenaje) al cine de clase "B", la película era más bien una comedia divertidísima con toques de terror. Y con efectos especiales artesanales a lo Ray Harryhausen.
Su director y actor fetiche, el mítico Bruce Campbell, presidian el acto en un palco de la sala, abarrotada de frikis irredentos con decenas de murmullos y expectativas antes de su proyección. Entre ellos, el futuro director de éxito Bayona, quien en un artículo muy posterior en "El Periódico" reconoció que esa fue también su mejor sesión. Para que veáis que no exagero.
Recuerdo las risas y aplausos de toda la sala desde el principio. Pero particularmente, una demencial secuencia donde Campbell, atrapado en un pozo (en plena Edad Media, ojito) con un muerto viviente, salta cuando le arrojan su mitica sierra mecánica (para mí más icónica que la de La matanza de Texas, sí) y, en el aire, encaja perfectamente su muñón con su arma favorita.
Fue tal la emoción que sentimos todos nosotros, que nos pusimos de pie jaleando ese momento. Desde entonces, creo que pasamos más tiempo de pie, aullando y aplaudiendo, que sentados. Era imposible permanecer impertérrito ante esa absoluta comunión que sentimos todos los asistentes. La presencia de Reimi y Campbell, claro, facilitaba esas expresiones de júbilo: teníamos que agradecerles in situ ese film pensado para disfrute de los aficionados al género.
Supongo que los aficionados al fútbol, al basket, por ejemplo, deben atesorar momentos parecidos. En algunos conciertos también he sentido algo similar (Loquillo en Zeleste, inolvidable cómo tocaran lo que tocaran, nos sabíamos de memoria todo un repertorio formado por 6 discos).
En plena era de streaming, sé que esa proyección fue única, difícilmente repetible fuera del entorno del Festival. Donde nos juntábamos los aficionados al fantástico, un público devoto y agradecido.
Los brazos dibujaban círculos, dábamos codazos de entusiasmo a nuestros compañeros de asiento (que nunca sirvió para tan poco).. Recuerdo mirar aquellos rostros y querer llevármelos conmigo para siempre, memorizarlos para encontrármelos de nuevo, reconocerlos y hablar de ese momento compartido.
Así de grande puede ser el cine viéndolo en una sala. Ese momento de unión ante una ficción es imposible repetirlo en un domicilio. Creedme, lo he intentado repetir en sesiones frikis en mi casa y no es lo mismo.
Por si fuera poco, para convertir en legendaria esa sesión, pudimos ver su final original, cambiado finalmente en su posterior estreno en salas comerciales. Final que era mucho mejor que el que finalmente vio el gran público. Era un premio para ese público entregado.
A la vuelta, en ese tren especial, los pasajeros nos mirábamos y sonreíamos. Todos hablábamos de lo bien que nos lo habíamos pasado. Gente desconocida se convertía en cómplice. Ahora ya no recuerdo sus caras, por supuesto, pero mi hermano y yo aún seguimos rememorando esa noche. Menos mal que estuvo conmigo.
La magia del cine... Habéis vivido un momento semejante viendo una peli?
Al final, es un acto de amor. Como todos los momentos especiales que atesoramos.
MI PADRE Y UNA ESCUPIDERA
El pasado domingo, mi padre sabía volvían a poner en 13tv su western favorito, "Río Bravo", a las ocho menos cuarto de la tarde. Desde hace dos años, no puede permanecer despierto más allá de las siete, toma su medicación y se duerme rápida y profundamente durante unas horas. Acostado a las 7, mi padre me llamó poco antes de las ocho: "Teteeeee, ha empezado Río Bravo?". Perplejo, le dije que aún no. "Pues ayúdame a levantarme, corre". Le llevé hasta su cocina y tele pequeña (sí, prefiere verla allí) y se sentó impaciente. Faltaban unos minutos para que Dean Martin entrara en el salón para intentar beber un trago. Para que le tiraran una moneda a una escupidera. Volvieron a cortar los títulos de crédito iniciales. "Yo os maldigo!!!", me quejé. Mi padre me mandó callar, "shiiiist, mira, mira como no hablan". Y es que los primeros minutos del film no tienen diálogos y cuenta visualmente, con ayuda del sonido y música, hechos trascendentes para la historia y te muestra a los personajes retratándolos perfectamente.
Pasados esos minutos, mi padre cerraba lentamente los ojos y se puso a dormir en la silla. Mientras le despertaba y le acompañaba de nuevo a su cama, me decía "no puedo más, porqué la echan tan tarde? Has visto, has visto qué buena es?". Sí, sabía perfectamente a qué se refería mi padre. Era tan buena...
Fue ver a mi padre ilusionado como un adolescente enamorado. Un acto de amor con la misma chica, el mismo film. Así, ese amor pasaba de abuelo a padre, de padre a hija. Y espero que mi hija tenga muchos momentos de pleno goce, sea con John Wayne, Bruce Campbell o Tom Holland (al que adora mi ahijada). Espero que mi sobrino disfrute algún día como esa noche sitgeniana disfrutó su padre.
Y espero que sea en una sala grande y con pedigrí, con público entregado y con un haz de luz que rompa la oscuridad. Es lo más parecido a un sueño estando despierto.
Y yo creo también en el poder de los sueños.
Si. La sesión d Army of Datkness fue fabulosa.Vino mi amigo el alemán, q no sabía nada d la peli, y también le encantó. Y Nacho d la ZRB q nos lo encontramos en el tren d vuelta. La Diligencia la vimos en el pequeño cine d la Plaza Urquinaona. Y la sesión del cine Virrei recuerdo más la perla negra q el crack 2, aunq a esta la he saboreado más tard. Y alguna peli en el Paladium dl barrio, King Kong contra Godzilla y cine chino d Artes marciales d finales d los 70 en el Cristal d Roquetas. Los estrenos en el Río d Congres,Y las inolvidables sesiones dobles dl cine Astor d Fabra y Puig (vimos Pandilla Alucinante)......
ResponEliminaTodos esos cines que citas, hoy cerrados, se llevaron un trocito de nuestra vida y recuerdos. Réquiem por ellos.
ResponEliminaLa perla negra, ni en TV la he vuelto a ver...