El nido del cuco

 

 

UNA LAMBADA

Me he enamorado, hasta ahora, 2,4 veces. En concreto 1 + 0,7 + 0,4 + 0,3, esa es la suma desglosada.

Es decir, me he enamorado plenamente en una ocasión. En otra, el 0,7, casi del todo (o al menos casi iguala la anterior ocasión). Y dos veces, tomando como referencia ese 1 pleno, lo he hecho por menos de su mitad.

Sí, ya sé que a lo mejor me complico innecesariamente o me diréis que el amor no se puede medir. Recordad: soy hombre de listas. E intento verlo con perspectiva. Es decir, la primera vez que creí enamorarme creí que era un 1 fijo en la quiniela. Luego me enamoré de manera mucho más profunda y comprendí que antes no me había enamorado de tal manera. No descarto que vuelva a enamorarme y sea tan intensamente que tenga que numerar de nuevo las veces anteriores, quien sabe.

No soy un experto en amores. Y tengo la certeza que cada uno lo vive, lo disfruta, lo padece de distinta manera. Si he de juzgar por lo leído o visto, para mí no existe amor más pleno que en los poemas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.

Mis amores son más terrenales y envueltos en la vulgar cotidianidad.

Ojo, no todos los amores son correspondidos. Y, con el tiempo, aprendí a distinguir la atracción física, sexual, emocional (porque hay caracteres que nos fascinan e intentamos aproximarnos a ellos) de esa necesidad de estar con otra persona, de no concebir tu vida sin ella.

En fin, que no puedo ni quiero teorizar sobre ello. Sólo narraros un momento, un instante de absoluta felicidad. Unos minutos maravillosos a ritmo de Lambada.

UNA NUEVA DÉCADA

Eran finales de los 80 y ya se vislumbraba la nueva década.

Eran tiempos de salidas nocturnas con amigos y amigas. Era el tiempo del pop / rock nacional. De conciertos multitudinarios y más íntimos. De risas y baileys. De sandwiches triangulares y cafés con leche. De ejercer de anfitriones de chicas llegadas a Barcelona. A ritmo de orquestas de salsa. Los reyes del mambo tocaban canciones de amor.

Me gustó una chica que a mis ojos parecía frágil, menuda, preciosa. Una chica dispuesta a pasar un verano con los pájaros de trueno y las damas de rosa, entre fin y principio de una (misma) relación.

Sonaba "Es por ti" de Cómplices y mi fiel amiga adivinaba mis crecientes sentimientos allá en el Rompeolas, antes de que amaneciera. ¿Eran tan evidentes?. Pues sí, claro. Si en su día me pareció una adivina, ahora sonrío ante lo claro de las evidencias. 


Aquella chica rubia me gustaba mucho y siempre estaba a su lado, solícito. Algunas personas creían, equivocadamente, que éramos pareja porque nunca nos separabamos. La chica menuda ocupó mi cabeza y mi corazón. Se sentaba conmigo en mi Seat 127 de ¿tercera? mano, amarillo por fuera, rojo de pasión por dentro. Le compré una esterilla para que estuviera más cómoda. En el Merbeye, a los pies mi ciudad.

Era tímido y no sabía gestionar mis emociones, no encontraría jamás el momento de entrarla, el momento de besarla. Recuerdo cómo mi primo y yo nos quedamos boquiabiertos cuando un compañero, míster Papagayo una noche, le dijo a una chica que acababa de conocer  "Te voy?" y ella sólo contestó, antes de enrollarse, "Sí, me vas". ¿Era todo tan fácil?.

Pues sí, resulta que todo era tan fácil. Mejor lanzarse pronto a la aventura que dejar pasar el tiempo esperando que esa chica se dé cuenta de lo que sentías (que se dio cuenta) y actuara ella. No, no era vagancia lo mío. Era pura inseguridad.

En fin, siempre he sido de lento aprendizaje. Cinefilo y comiquero, para mí los amores se cocinaban lentos, hasta llegar al fin de la historia. Por cierto, qué poco cine y cómics consumí aquél verano. Vivía intensamente mi propia historia de amor... como para vivir otras ajenas!.

UN RITMO NUEVO

Y llegó Kaoma con su Lambada, el "baile prohibido", como lo publicitaban. Y sí, había mucha sensualidad en él.

El término lambada provenía de una palabra portuguesa usada en Brasil que describía el movimiento ondulatorio de un látigo. Así, los bailarines tenían que imitar esa figura ambivalente muy, muy pegados. La canción del grupo se llamaba "Chorando se fui" ("Llorando se fue", claro). Y causó furor.

Y una noche, regresando a casa en mi viejo coche la chica preciosa y menuda y yo, antes de llegar al Cap de la Guineueta, donde antes había un descampado (al dejar atrás mi ex-colegio salesiano) sonó en la radio el tema.

Y aparqué rápido en ese descampado dejando las luces de alerta. No venía ningún coche detrás nuestro. Salí del asiento del conductor (ah, aquellos volantes enormes y finos) y abrí su puerta con una reverencia.

Ella salió y me ofreció sus manos abiertas. Las cogí, me arrime como nunca a su menuda figura, y bailamos sobre la tierra. Muy pegados, lo mejor que supe. Dando vueltas, su rostro casi tocaba el mío. Veía de cerca sus ojos y sus labios, hipnotizado. Ella sonreía y su pelo largo y rizado ondulaba de un lado a otro. Yo llevaba botas de vaquero, ella vestía de verde y calzaba zapatos planos. 

 

Fue divertido. Y sexy. Y un momento que, entonces no lo podía preveer, me acompañaría toda mi vida. Cuando acabó la canción, desde mi viejo coche, una voz femenina que conocía de los 40 principales, dio paso a la siguiente, "Es por ti", bella (y un poco cursi) balada. Como nuestras manos aún estaban entrelazadas, seguimos bailando, pegados, mirándonos en silencio.

Creo que nunca el destino me lo pondría tan fácil. No me atreví a intentar besarla. Ya nunca llegaría a hacerlo.

Cuando Cómplices ahogaban sus voces, no nos atrevimos a separarnos. Y, muy lentamente, nuestras manos y dedos se acariciaron y fueron cayendo. Y aún estiramos un poco ese momento, que me pareció eterno. Así quedó grabado en mi memoria. Así me acompañaría.

Y fue muy bonito. No sé si la chica menuda, preciosa y de cabellos largos lo atesora como yo. No sé si ni siquiera lo recuerda.

Ahora, con la proliferación de programas que se componen de trozos de canciones del pasado, veo y escucho esa Lambada y sonrío con mucha ternura.

Si tuviera un DeLorean con condensador de fluzo, viajaría sin dudarlo a ese instante. Para vivirlo de nuevo y, quien sabe, crear una realidad alternativa en que siguiéramos bailando un rato más y acabáramos besándonos. Un beso largo como el chasquido de un látigo. 

Comentaris

  1. Fantástico Juanmi como todo lo que escribes.

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  2. No podrías hacer nada con el Delorean, a menos q escondieras a tu yo pasado y sustituirle. Aún así,el Juanmi del presente sería más mayor q el d los 90....solo podrías intentar convencer a tu yo pasado ( si no entra en shock al ver su yo futuro) y darle consejos con tu ya experiencia amorosa curtida con los años

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  3. Fantástico relato Juanmi. Recuerdo ese año de Lambada, de Los refrescos y su Vaya vaya aquí no hay playa y la Barcelona pre-olímpica. Si pillas el DeLorean avisa!

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  4. Gracias a los tres por vuestros comentarios y me alegra que os haya gustado. Sí, era esa Barcelona preolimpica con tantos cambios.
    Y sí, Koto. Tendría que volver al pasado y mi mente actual suplantar a la mente de aquél joven para poder cambiar el pasado. Tienes toda la razón.

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  5. Precioso recuerdo de ese gran momento. Los míos de esa época son más etílicos.

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