Esta luz nunca se apagará
Siempre es buen momento para hablar de los Smiths y de Morrissey. Me han ayudado muchas veces. A recordar amores perdidos, a brindar por amigos ausentes, a cruzar estaciones de nieblas y creer en viejos dioses (gracias Neil Gaiman).
En 1984 la
legendaria banda inglesa publicó su álbum homónimo cambiando para siempre el
rumbo de la música de la década de los 80.
Con tan solo cinco años de carrera y cuatro discos de estudio, The Smiths se
convirtió en una de las bandas más influyentes y populares en la historia del
rock. Y cada nuevo album fue mejor que el anterior.
The Smiths se formó en 1982, precisamente en el auge del New Age, el post punk y el pop dance, cuando Morrissey y Johnny Marr se conocieron gracias a su amigo mutuo Steve Pomfret, quien acompañó a Marr hasta la puerta de la casa de Morrissey para preguntarle si estaba interesado en formar una banda a lado de ellos. Tan solo un día después, Morrissey llamó a Johnny Marr para confirmar su interés.
Meses después, Steve Pomfret decidió abandonar la banda y fue sustituido por Dale Hibbert, quién tampoco duraría mucho tiempo en The Smiths porque no se sentía a gusto con la estética “gay” de la banda, por lo que sería reemplazado por Andy Rourke, un viejo amigo de Johnny Marr.
La agrupación también se sumergió en la búsqueda de un batería y en las audiciones quedaron cautivados con Mike Joyce, el cual confesaría décadas después estar bajo la influencia de hongos alucinógenos durante su audición.
Desde un inicio Morrissey y Johnny Marr destacaron por su gran talento a la hora de componer y utilizar sus instrumentos, voz y guitarra respectivamente, mientras Andy (bajo) y Mike (batería) siempre permanecieron en un segundo plano y esto los convirtió en el complemento perfecto.
Durante 1983, The Smiths se dedicó a componer nueva canciones y ha presentarse en Manchester, su ciudad natal y en Londres, la capital. En este año, el cuarteto intentó acercarse a EMI pero fueron rechazados por la discográfica desde el primer momento.
Los que sí tuvieron interés en la banda fueron los del sello discográfico Rough Trade Records, quienes ayudaron a The Smiths a grabar y lanzar su canción “Hand In Glove” y después ofrecieron un contrato a la agrupación.
Troy Tate fue elegido como productor del disco debut, pero ningún miembro de la banda ni de la discográfica quedaron satisfechos con el resultado final y decidieron desechar las grabaciones y empezar todo de nuevo, ahora con John Porter como nuevo productor.
“Trabajar con John nos dio resultados de inmediato, él y yo formamos una relación musical y personal que fue inspiradora, no solo me nutrió a mí sino a toda la banda». Declaró Johnny Marr.
Esta vez la banda quedó contenta con el resultado y nos regalaron un disco que no tenía nada que ver con la música mainstream de los años 80. Básicamente, era imposible comparar la música y las letras de The Smiths con alguna otra banda de la época.
Los riffs de guitarra de Johnny Marr y las líneas de bajo de Andy Rourke eran tremendamente pegadizas, la batería de Mike Joyce era muy precisa y exacta y, el falsete y las letras de Morrissey eran frescas, hablando de amor, sexualidad y asesinatos, si, como nunca nadie lo había hecho.
Desde su lanzamiento el disco logró el número dos en la lista de álbumes del Reino Unido, a pesar de que la banda estuvo rodeada de mucha controversia debido a sus canciones “Reel Around the Fountain», «The Hand That Rocks the Cradle” y “Suffer Little Children”, que eran acusadas de popularizar la violencia y fomentar la pedofilia.
La portada del disco fue diseñada por el propio Morrissey, la cual consiste en una fotografía del actor Joe Dallesandro que se tomó para la cinta Flesh (1968) del legendario artista Andy Warhol.
Esta tendencia o estética la mantendría la banda durante todos sus discos y sus sencillos, la cual consistía en plasmar a diferentes figuras del cine, la música y el arte en sus portadas, en lugar de poner fotografías de la banda, algo que era muy común en los 80.
Cambiando el
rumbo de la música
The Smiths logró con su disco debut cambiar la historia del rock y de la música
independiente y sirvieron como piedra angular para un sinfín de bandas inglesas
que surgirían a finales de la década de los 80 que tenían una propuesta musical
completamente nueva.
Tal vez no sea el disco más sólido en la carrera de The Smiths, pero es el que despeja el sendero y marca la pauta para sus próximos materiales Meat Is Murder (1985), The Queen Is Dead (1986) y Strangeways, Here We Come (1987), discos que rozan la perfección por momentos y tienen que ser consideradas verdaderas obras de arte.
THE QUEEN IS DEAD (1986)
La revista británica NME publicó un reportaje en el que recogen los 500 discos que, según su redacción, han sido los mejores de la historia. Entre ellos, obviamente se recogen y se repiten muchos grandes nombres, pero, ¿quién ha acaparado el triunfante número uno? ¿Tal vez The Who? ¿O David Bowie? No, el honor ha recaído en The Smiths, y en su álbum The Queen Is Dead, seguramente su obra maestra antes de su disolución.
El himno antimonárquico de The Smiths salió ahora hace casi 30 años (1986), el tercer álbum de una banda que empezaba a marcar su nombre en la historia de la música contemporánea, y que aunque se reconoció como un gran álbum, nunca llegó a la cima de las listas de éxitos, ni en ventas, ni en críticas. Tal vez NME ha pensado que ya es hora.
La obra maestra de los Smiths y quizá el mejor disco de la década. Toda la evolución que hemos seguido hasta el momento llega a su culminación aquí. No es que difiera musicalmente de sus discos anteriores de forma sustancial, pero aquí tienen una obra repleta de grandísimas canciones que se van sucediendo una detrás de otra, sin apenas nada que objetarles, con unos músicos en plena forma y un Morrissey que ya domina completamente su voz y presencia carismática en directo. El título del álbum hace referencia a un capítulo de la novela cruda, maldita e inolvidable de Hubert Selby Jr. Última salida para Brooklyn (Last exit to Brooklyn, de la cual se haría también una película con banda sonora de Mark Knopfler), donde la reina era un travestido desafortunado en amores y víctima de la brutal incomprensión de su entorno más cercano.
Conforme empieza a sonar el disco, nos quedamos desconcertados al escuchar algo así como una maestra y sus alumnos entonando una canción escolar. Pero pronto una batería potente y agresiva nos introduce definitivamente en ‘The Queen Is Dead’, con Morrissey declamando “Violent person” antes de empezar una sátira feroz sobre la monarquía inglesa, todo con esa agresividad que nos transmite la instrumentación empleada. Para el final de esta canción, tenemos otra de las grandes frases de Morrissey que va repitiendo: “Life is very long when you're lonely” (“La vida es muy larga cuando estás solo”). Después de un ritmo tan frenético y claustrofóbico, los Smiths nos permiten relajarnos a continuación con ‘Frankly, Mr. Shankly’, una canción que empieza con un estilo que recuerda al reggae pero que pronto cortan para acercarla al pop. La siguiente, ‘I Know It's Over’, es una balada de ese estilo de principios de los 60 que tanto adoran, pero con una letra hiriente y brutal. Aquí la estrella es Morrissey, en una de sus grandes interpretaciones, en este caso de desesperación, declamando “Mother, I can feel the soil falling over my head!”. Desesperación principalmente derivada de la soledad (uno de los temas recurrentes en sus letras) con ese desgarrador momento donde el protagonista recuerda un comentario que le hicieron: “Si eres tan divertido, tan listo, tan guapo, ¿por qué estás tan solo esta noche?”; con una no menos desgarradora auto-respuesta: “porque esta noche es igual que las demás”. Se puede ser más genial?
‘Never Had No One Ever’ siempre me ha dejado la sensación como si fuera una parte de otra canción, y es que recuerda a esas grandes secciones finales que los Smiths añadían a algunas canciones, en este caso vagamente a ‘That Joke Isn't Funny Anymore’ del disco anterior. En cualquier caso, es una pieza corta y con una desesperación más resignada aquí, porque nuestro personaje nunca ha tenido a nadie y lo tiene asumido. Como si el grupo tuviera medidos los momentos fuertes emocionalmente con los más distendidos, después de tanto lamento tenemos una canción más positiva, ‘Cemetry Gates’, con un ritmo pop marcado con guitarra acústica y un bajo excelente, y donde se hace referencia a Keats y Yeats frente a Wilde, nada menos, siendo Morrissey un devoto confeso de la obra de Oscar Wilde.
A
continuación tenemos otra de las grandes canciones del grupo, la violenta ‘Bigmouth
Strikes Again’, otro grandísimo ritmo rápido y agresivo que nos prepara para
escandalizarnos con la ironía de Morrissey: “Sweetness I was only joking when I
said / I'd like to smash every tooth in your head”. Una canción donde brilla
Marr a la guitarra, con un solo demoledor incluido, acompañado por la perfecta sección rítmica de siempre. Y con otro ritmo poderoso pero en este caso nada
agresivo sino alegre, tenemos la inolvidable ‘The Boy With The Thorn In His
Side’, que en su portada de single tenía una foto de Truman Capote dando un
gran salto. Aunque el protagonista de la canción lamenta que nadie crea en sus
sentimientos verdaderos, el ritmo de la canción y la memorable melodía de
guitarra aportan un granito de esperanza. Justo después nos llega el momento
más flojo del álbum, un tema rockabilly llamado extrañamente ‘Vicar In A Tutu’,
del que solo se puede destacar su entusiasta y egocéntrico final donde Morrisey
canta irónicamente y de forma repetida “I am a living sign!”, todo un preludio
de su grandilocuencia exacerbada en solitario.
Y por fin llegamos a uno de los temas más conocidos del grupo, ‘There Is A Light That Never Goes Out’, aunque yo escuché antes la versión que hizo aquí en España Mikel Erentxun en su primer disco en solitario (Esta luz nunca se apagará, digna versión, pero aún no era fan de la banda). Pero cómo no preferir la original, faltaría más, con ese maravilloso ritmo que acompaña la letra imploradora de Morrissey, donde el protagonista ya no quiere volver a casa mientras va con su amado /a que conduce el coche, y en un memorable pero violento estribillo piensa en lo feliz que sería teniendo un accidente y muriendo ambos. Esa violencia crea un fuerte contraste con la temática amorosa de la canción. Y también memorable la parte final donde Morrissey va repitiendo el título de la canción, para recordarnos que “hay una llama que nunca se apaga”.
Para el final, nos dejan una canción menos sombría, con un ritmo ágil y una melodía de guitarra pegadiza, ‘Some Girls Are Bigger Than Others’, que tiene una letra bastante tonta pero que no tiene otro sentido que acompañar a otra maravillosa melodía de Marr. En definitiva, éste es uno de esos discos que cualquier persona con sensibilidad y conocimientos medios de inglés (en mi caso bendito translator) disfrutará y se emocionará repetidamente, tanto por la calidad de su música como de sus letras.
El gran Morrissey seguiría con su particular leyenda. Pero nunca fue mejor que con su banda primigenia. No románticos abstenerse.
Quiero reencarnarme en la voz / falsete / prosa de Morrissey
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